Texto: El astuto
“¿Es lo único que
lleva de equipaje?” Observó al oficial frente a él y con una sonrisa impaciente
asintió. El oficial asintió de vuelta y le entregó su maleta, tan pronto la
tuvo en sus manos caminó con rapidez hacia la zona de espera que estaba cerca
de la puerta de abordaje, se sentó soltando un suspiro aliviado y la tensión de
sus hombros desapareció notablemente. ¡Lo había logrado! Se había deshecho de
esos matones que lo habían estado siguiendo desde hace semanas.
Una vez más
tranquilo, se tomó la molestia de observar sus alrededores, frente a él se
encontraban dos monjas que lo observaban con curiosidad mientras susurraban
cosas entre ellas, las saludó con una sonrisa que nerviosamente le devolvieron
y junto a ellas estaba un chico que movía su pierna izquierda rápidamente,
lucía un poco impaciente. A su derecha, había un hombre notablemente mayor que
sonreía a su celular y sujetaba firmemente su boleto de avión, solo una silla
separaba sus cuerpos, pero incluso a esa distancia pudo notar que iban a estar
en el mismo vuelo.
“Pasajeros del vuelo 4234” Escuchó a sus
espaldas así que se giró para ver al joven que los llamaba. “Por problemas
técnicos el vuelo se atrasará un poco, si el problema no es resuelto esta noche
el vuelo será cancelado, estén al pendiente en caso de que podamos moverlos a
otro vuelo más tarde.” El joven se dio la vuelta y mientras lo observaba irse a
lo lejos pudo ver dos grandes figuras que lo observaban a unos 50 metros.
“¡Rayos!”
Masculló. Lo habían encontrado, se giró en su lugar y parpadeo varias veces.
Debía encontrar la forma de escapar pronto, estaba seguro de que lo lograría,
no era la primera vez que lo hacía, buscó con su mirada desesperadamente
cualquier cosa que le diera una pista para idear su plan. Al dirigir su mirada
a su lado derecho y observo como el señor de antes miraba con preocupación y
tristeza su celular, observaba la foto de una joven, mientras se pasaba una
mano temblorosa por su cabello canoso y fue ahí que casi podía oír los engranes
de su cabeza moverse.
“¡Anciano!”
Exclamó en voz baja al mismo tiempo que eliminaba el espacio que había entre
ellos. El hombre lo encaró con una ceja alzada por la forma en la que lo había
llamado, sin embargo, no lo dejó quejarse y continúo hablando “¿Necesitas
desesperadamente ese vuelo?” Preguntó con rapidez sonriendo ligeramente al ver
el cambio de expresión en el hombre.
“Por supuesto,”
Contestó sin dudar. “Iré a ver a mi hija estas fiestas, es de suma importancia
¿Por qué?” Excelente, estaba salvado, su gran inteligencia siempre lo sacaba de
apuros.
“Puedo hacer que
estemos en un avión esta noche, pero necesito que hagas cualquier cosa que yo te
pida sin preguntar.” Dijo rápidamente mientras volteaba a ver a sus matones que
no habían movido ni un solo musculo, “Prepárese para llorar desconsoladamente,
ponga en práctica sus cursos de actuación.”
“Señor, espere un
segundo, yo nunca fui a un curso de actuación.” El hombre balbuceó y lo sujetó
del brazo justó cuando se iba a levantar. “¡Ni siquiera lo conozco!”
“Eso se puede
resolver. Mi nombre es Andrés, mucho gusto ¿Cuál es el suyo?”
“Matías, pero…”
“Necesitamos hacer
esto rápido, yo me encargo de todo solo necesito que luzca lo más lamentable
posible, ¿bien?” El viejo asintió un poco aturdido. “¡Buen anciano! No se mueva
de aquí.” Indicó por última vez antes de dirigirse al primer cubículo de
información que encontró.
Pidió hablar con
el jefe de estación, el sujeto no estaba así que lo llevaron con el asistente
administrativo, no tuvo que hacer mucho, solo se inventó una historia desgarradora
sobre el pasado Matías y su hija, y que él era un hombre que trabajaba para una
fundación que se encargaba de donar a los asilos y lo mandaban a ayudar a los
ancianos a cumplir sus sueños, después de un par de lágrimas y prometer que hablaría
bien del aeropuerto consiguió tenerlos al anciano y él en un avión a miles de
kilómetros lejos de los hombres que intentaban matarlo.
Por fin podría
estar tranquilo, ojalá alguien pudiera premiarlo por su elevada astucia.
Decidió dejar de pensarlo por un momento y empezar a dormir, pero justo cuando
estaba a punto de lograrlo una azafata se acercó a él preguntando “¿Es usted el
señor Andrés? El piloto solicita su presencia.” El mencionado notó cierto
nerviosismo en su voz y notó lo mucho que temblaban sus manos, algo le daba
mala espina.
“Oh no, él es
Andrés” Señaló al viejo que hasta ese momento se encontraba mirando la ventana, "él quería el lugar de la ventana así que se lo di, ¿Cierto Andrés?" Volteó a
verlo con una sonrisa.
“Ah… ¿Si?” El
anciano hizo un movimiento de querer levantarse, pero volvió a sentarse, no
sabía qué hacer.
“¿Qué pasa? Debes
ir, la señorita y el piloto están esperándote.” Andrés un poco confundido
asintió y se levantó para seguir a la azafata, los observo irse hasta que desaparecieron
al entrar a la clase ejecutiva.
Observó la entrada
por minutos, pasaron 10 minutos, media hora, una hora y el anciano no regresaba,
de seguro los matones habían entrado al avión y realmente se creyeron la
mentira de que el anciano era el, que era poco creíble pero esos tipos eran tan
imbéciles que no le sorprendía, ahora tenía una carga menos, suspiró con una
sonrisa y se dispuso a dormir, lo sentía por la hija del viejo Matías, que se
conforme con saber que al menos intentó ir a verla, eso es lo que cuenta.
Ocho horas
después, el avión aterrizó en su destino y con alegría bajó casi saltando las
escaleras. En su camino al aeropuerto el viejo Matías lo esperaba en la puerta,
lo observo un poco confundido, había pensado que estaba muerto.
“Ya no regresaste
anciano.” Puntualizó.
“Dos amables
hombres me regalaron un lugar en primera clase.” Su mirada se dirigió a un
punto atrás de él y una mueca con el intento de una sonrisa apareció en su
rostro. “De hecho, ahí vienen. Gracias por ayudarme, Andrés.” Le palmeo un
hombro y se dio la vuelta, así que en un parpadeo ya tenía dos fuertes manos
sujetando sus brazos, casi alzándolo en el aire por la fuerza.
“Vaya, vaya ¿Qué
tenemos aquí?” Una voz profunda resonó en el pasillo, ¡Demonios! Solo estaba a
dos pasos de entrar al aeropuerto. “Parece que por fin atrapamos a la
sanguijuela, compañero.”
“Hora de trabajar
entonces.” Contestó el otro, ambos lo alzaron por sus brazos y giraron a
dirección opuesta a la entrada.
Parece que el
astuto no pudo escapar esta vez.

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